Por María José Bello, Jefa de Programación
Antes de invitarlos a asistir a las últimas semanas del “Ciclo 50 años, 50 films”, quisiera agradecer al público que nos acompañó durante las funciones de mayo y junio. Ha sido reconfortante observar cómo el ciclo ha despertado un interés transversal. Jóvenes escolares, estudiantes universitarios, adultos mayores han concurrido los martes a nuestra cita en el Teatro Lord Cochrane, disfrutando con el cine mudo de Chaplin, descubriendo la Italia social del Neorrealismo o viajando a la Francia de la Nouvelle Vague.
Proyectar las 50 películas del ciclo de manera gratuita en el corazón del la ciudad se condice con nuestra concepción del cine como un derecho fundamental. La experiencia del visionado colectivo es una oportunidad para crear conciencia y debate en torno a temáticas de interés social y contribuir a la reflexividad de una ciudadanía informada y crítica.
Una de las aspiraciones del cine ha sido presentar interpretaciones de los procesos políticos. Los años 60 y 70 fueron años revolucionarios y anti-colonialistas. Este espíritu atraviesa varias de las películas que exhibiremos durante los meses de agosto y septiembre, como la Batalla de Argel, Tierra en Trance o Walkabout. El cine recoge la complejidad de un mundo sacudido por la Guerra Fría, como la crítica al estado comunista checoslovaco subyacente en La Mano. Los dilemas de la inmigración África-Europa, una temática absolutamente vigente, aparecen en Touki Bouki, mientras que la experiencia del encuentro con el “otro” es retratada de manera magistral en La angustia corroe el alma.
El cine de la periferia se desarrolla gracias a la influencia de los realismos europeos. Pero también se consolidan, en distintas latitudes, relatos más experimentales inspirados en las vanguardias de inicios de siglo. El surrealismo de Las Margaritas o la poesía visual de Las Estaciones y El Espejo desplazan los límites narrativos del cine y cuestionan la linealidad y temporalidad de los relatos.