Por Daniela Accatino, Directora CPCV
Durante esta semana el cine se ha tomado Valdivia, inundando sus salas y sus calles de alegría cinéfila. No es casual que esto ocurra en esta ciudad. En esta toma cinematográfica se revela la historia de una sociedad civil especialmente activa, la historia de un territorio cuya identidad y destino están marcados por instituciones y proyectos de vocación pública que han sido impulsados por organizaciones ciudadanas.
Este Festival es fruto de la riqueza y el tesón de ese tejido ciudadano. Nacido al alero de la Universidad Austral hace 23 años, fue instalando a Valdivia en el mapa de la cultura y la industria audiovisual, lo que atrajo a personas motivadas por trabajar en ese ámbito. De esa confluencia nació, el año 2002, el Centro de Promoción Cinematográfica de Valdivia, que sumándose a la plataforma organizadora del Festival, dio impulso decisivo a la definición del perfil que hoy lo identifica, así como a su consolidación internacional.
En un momento en el que la redefinición de las relaciones entre lo público y lo privado está en el centro de la discusión y de la agenda de gobierno, es oportuno llamar la atención sobre la necesidad políticas diferenciadas de cultura que, sin descartar la concursabilidad de proyectos de ejecución anual para impulsar nuevas iniciativas, consideren también formas de acceso a financiamiento estable para instituciones ciudadanas consolidadas.
Esta necesidad es particularmente acuciante en las Regiones, en las que el déficit en infraestructura cultural, en comparación con la metrópolis, es tremendo. No se trata sólo de que se requieran nuevos y mejores espacios para la cultura, sino instituciones dotadas de permanenecia, capaces de darles vida pública y de mantener una programación estable y con sentido.
Esperamos entonces que la visita presidencial al inicio de nuestro Festival constituya una señal auspiciosa de un compromiso con la descentralización de la cultura que avance por ese camino.